Hace un poco más de año y medio arribó la crisis a México, hoy se discute su impacto sobre los profesionales de la salud y los pacientes
En enero de 2020, México recibió la noticia del nuevo coronavirus y la Organización Mundial de la Salud (OMS) comenzó a alertar sobre los casos. Sin embargo, ya en 2019 se había liberado un documento por el órgano donde se comentaba de las amenazas latentes y existentes. Actualmente, el mundo sigue luchando por contener los casos y las campañas de vacunación continúan activas. Mientras tanto, el personal sanitario ha sido clave para enfrentar la crisis en medio de una excesiva carga de trabajo, la cual ha vulnerado la salud mental y física de estos trabajadores.
Al respecto, Guillermo Domínguez Cherit, decano de la Facultad de Medicina de TecSalud CDMX, brindó la charla “A un año de la pandemia: entendiendo el burnout de los médicos en primera línea”, durante el Healthcare Strategy Summit 2021. El especialista habló sobre el impacto de la emergencia sanitaria en el personal de salud y los pacientes.
Asimismo, recordó que la interacción de la población con los animales, en lugares como Wuhan, China, es uno de los focos de donde podrían emerger las futuras pandemias. A pesar de que la actual emergencia tiene agotados los recursos y las economías, no es la primera vez que la humanidad se enfrenta a brotes globales o locales durante el siglo XXI, pues hemos visto desfilar varios de ellos, como el SARS (2002-2004), el AH1N1 (2009-2010), MERS (2012), Ébola (2014), y Zika (2014).
De acuerdo con Domínguez, desde la influenza AH1N1 se esperaba con temor que se diera un nuevo brote y aún se piensa que la influenza aviar puede ser mucho más letal que el SARS-CoV-2. Igualmente, en China ya se ha identificado una serie de virus en animales: “Que en el momento en que exista una transmisión al humano probablemente desencadene una epidemia”, señaló. Por ello, es muy posible que veamos más de estos brotes. De ahí que sea necesario tomar todos los aprendizajes y preparar al personal sanitario para el futuro.
Entendiendo el agotamiento de los trabajadores sanitarios
Bastante se ha criticado la falta de preparación de las autoridades para encarar al nuevo coronavirus, puesto que no es la primera vez que se ha de planear ante una amenaza próxima. Domínguez rememoró el antecedente del brote de Ébola, su llegada a Estados Unidos y la necesidad de una preparación para atender probables casos en México. También, destacó que posiblemente se habría invertido en exceso, toda vez que el virus no significó una emergencia para nuestro país.
Ello derivó a que las preparaciones para la actual pandemia no fueran suficientes, pues se quiso ahorrar en la inversión, sin contemplar la magnitud de la situación. Con base en lo poco que se sabía, se iniciaron preparaciones y conversaciones con las autoridades. Desde este momento inició la presión sobre el personal de salud.
El médico subrayó que, en México, la preparación fue lenta en adquirir insumos; ejemplo de ello fue la adquisición de cubrebocas N95, puesto que, a pesar de contar con una planta de 3M en San Luis Potosí que ofreció entre dos y tres millones de barbijos, no se hizo una compra formal y los dispositivos dejaron de estar disponibles para febrero.
Entonces, la falta de equipo de protección personal fue también un factor para elevar el temor y el estrés del personal sanitario. También llegaron a escasear guantes, batas, botas, gorros, y gel sanitizante. Sin embargo, el ponente aseguró que al inicio se utilizó una protección exagerada, “porque cuando uno analiza había una política nacional que eran las recomendaciones de cómo entrar a ver pacientes, que incluía cubrebocas, una careta o goggles y una bata, guantes y botas”, y en algunos lugares se exageraba su uso
Las áreas de terapia intensiva son donde se concentra mayor estrés debido a la gran tasa de mortalidad; debido al uso de los ventiladores, estos lugares son el embudo de sistemas de salud en este tipo de enfermedades respiratorias, pues estos equipos son muy limitados en los hospitales.
De acuerdo con Domínguez, en los hospitales aproximadamente del 5 al 10% de las camas son de terapia intensiva, para una institución de 200 camas probablemente hay, en promedio, de 10 a 14 camas de terapia intensiva. Estas cifras resultan insuficientes si se considera que de los pacientes COVID entre el 15 a 20% estarían graves, es decir, no había suficientes ventiladores.
Al notar la situación no fue posible adquirir equipos de manera inmediata, pues los países con recursos compraron grandes cantidades de estos dispositivos. Entonces, México entró a lista de espera para tener una primera entrega a finales de mayor 2020. Por otro lado, no era posible hacer tratos para comprar ventiladores americanos, debido a que la administración de Trump decidió congelar la venta exterior y acaparar todos los dispositivos fabricados en Estados Unidos.
Al mismo tiempo, se hizo la reconversión de hospitales con el fin de aumentar camas para manejar pacientes críticos con ventilación. Esto implicaba disponer de personal sin experiencia de manejo de terapia intensiva, dejándolo bajo la capacitación y dirección de personal más experimentado, lo que aumentó la carga de trabajo para los especialistas.
Así, se vio un desgaste del personal experimentado que se agregó al miedo al contagio. Entre el agotamiento, el cansancio, la falta de comunicación, y el exceso de calor por el uso del EPP, los profesionales de la salud comenzaron a notar el burnout. Domínguez también recordó que no había momentos de descanso, para comer, hidratarse o ir al baño, pues el personal de primera línea cumplía con jornadas extenuantes, de seis a ocho horas de duración.
Además, debido al miedo de llevar el contagio a casa, la gente fue claudicando. “Todos aquellos que tuvieran alguna enfermedad, porque así lo habían estipulado, ya sea hipertensión, obesidad, diabetes, más de 60 años, tenían el derecho a no asistir”. Entonces, la ausencia de personal por incapacidad incrementó la carga de trabajo para quienes continuaron en primera línea.
Esta rutina los ha llevado a la depresión, ansiedad, y a una sensación continua de tensión. Para aliviar este estrés, se procura que el personal tenga más horas de descanso: turnos de 3 horas con media hora para parar, así como días extra de descanso “para que podamos seguir persistiendo atendiendo esto que no sabemos a ciencia cierta cómo va a parar”, recalcó.
Ahora, existe ya una rutina mejor aprendida, mayor información y aprendizaje, por lo que se mitiga el temor y se ha disminuido la carga al incorporar a los trabajadores vacunados. Asimismo, el espíritu colaborativo ha permitido brindar mejor atención a todos los pacientes.
De igual forma, insistió en que para cubrir necesidades de personal médico se requiere de trabajo en equipo, liderazgo y uso de herramientas tecnológicas —como las videoconferencias—. Igualmente, resultan cruciales las redes de apoyo para compañeros enfermeros junto con actividades que ayuden al personal de primera línea a despejarse.
Por último, Domínguez mencionó que los desarrollos tecnológicos relacionados a salud se han desarrollado a pasos agigantados, situación que no hubiera tomado tan poco tiempo sin la emergencia.