Llegan los ensayos clínicos de fase 3 a México, ¿qué podemos esperar de ellos?

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30 Noviembre 2020 María José Ramírez/Grupo Expansión

Al menos cuatro farmacéuticas están llevando a cabo los ensayos clínicos de fase 3 de su vacuna. Estos estudios en humanos son rigurosos y gracias a ellos se podrá determinar la eficacia y seguridad de la dosis.

En septiembre México anunció que se prepararía para realizar los ensayos clínicos de fase 3 en la población y así tener acceso a la vacuna contra COVID-19 al mismo tiempo que los países que las están desarrollando.

Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, anunció que Janssen realizaría los ensayos clínicos de fase tres en México probablemente a partir de la tercera semana de octubre. Además, en las pruebas participarían 5,000 voluntarios a los que se les aplicaría la dosis.

Además, el canciller Marcelo Ebrard informó de acuerdos preliminares para llevar a cabo en nuestro país las pruebas de fase 3 de siete proyectos de vacunas, entre los que se encuentran los de las farmacéuticas Janssen y Novavax, de Estados Unidos; Cansino, de China; Sputnik, de Rusia; Curevac, de Alemania; Reithera, de Italia; y Sanofi-Pasteur, de Francia.

Formar parte de los ensayos clínicos puede ser muy beneficioso para México, pues que estos países muestren interés en realizar las pruebas en territorio mexicano significa tener más garantías para acceder a las dosis una vez que se confirme su eficacia.

Para entender el camino hasta los ensayos clínicos de fase 3, hay que recordar que antes hay una fase preclínica en la que se hace toda una investigación sobre cómo está compuesto el virus. A nivel mundial, los investigadores han estado analizando el nuevo SARS-CoV-2 para iniciar con el desarrollo de una vacuna que permita atacar al nuevo coronavirus.

De acuerdo con Omar Luna Burgos, médico y consultor clínico Abbott, al 19 de octubre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio un reporte de que actualmente hay 44 evaluaciones clínicas, las cuales pueden encontrarse en fase 1, 2 o 3. “Cuando ya están en esta fase clínica quiere decir que ya están estudiando [el fármaco] en pacientes”, señaló Luna Burgos y aseguró que hay 154 evaluaciones preclínicas: “Que se encuentran aún experimentando la célula del nuevo SARS-CoV-2 y su genoma en el laboratorio, viendo en animales cómo actúa esto”.

 

¿Por qué México participa en los ensayos?

Grandes farmacéuticas como Sanofi, Pfizer, Janssen o AstraZeneca en colaboración con la Universidad de Oxford están llevando a cabo los ensayos clínicos de fase 3. Cuando se habla de esta etapa significa realizar un estudio a gran escala, que considera miles de pacientes no solamente en una población en específico. “Por ejemplo, tenemos a AstraZeneca que es Suiza y a Johnson que es de Estados Unidos, las poblaciones son totalmente distintas, unos tienen población con mayor prevalencia de obesidad”, mencionó Luna.

Estos estudios suelen tener un sesgo, verbigracia, un estudio de fase 3 realizado en 2,000 pacientes en Europa por AstraZeneca, solamente observa una población en específico. “De ahí surge la necesidad de buscar otros países, por ejemplo, México”, aseguró Luna.

“Se investiga en México porque necesitan una población distinta a la del país de origen de la vacuna”, señaló Omar Luna y aseguró que esto es así porque el perfil demográfico es distinto. “Tenemos pacientes que se asocian más a América Latina: Colombia, Chile, Argentina, principalmente, que se asocian más con personas diabéticas, con enfermedad renal crónica, sobrepeso y obesidad”, agregó el consultor clínico.

De acuerdo con Omar Luna, el sistema de salud mexicano ha invertido en esta investigación, por lo que el país posee investigadores muy capacitados que trabajan en grandes institutos y hospitales emblemáticos, como el Instituto de Nutrición Salvador Zubirán, el Hospital General Dr. Manuel Gea González, el Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional Siglo XXI o el Hospital La Raza.

Además de contar con los investigadores y la infraestructura necesaria, México también cuenta con la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris): “Nuestra entidad regidora en estudios de salud o en cualquier aprobación sanitaria, dentro de ella tenemos los comités de ética, de bioseguridad y de investigación. Es por eso que se escoge a México como un país para identificar si la vacuna sirve”, agregó Luna.

 

¿Cómo se llevan a cabo los ensayos?

El consultor clínico explicó en entrevista que se enviarán las dosis de la farmacéutica o de las distintas farmacéuticas con las que se llegue a tener acuerdo para llevar a cabo las pruebas, desde su país al nuestro. Una vez que lleguen, el investigador clínico, quien liderará esta fase —generalmente se trata del director médico de un instituto—, junto con su equipo elegirán la población, cómo se aplicarán las vacunas, cómo se les dará seguimiento, así como el tipo de estudio (prospectivo, de corte o de casos y controles).

Este proceso tiene el objetivo de probar la eficacia y seguridad de la dosis, pues se estudian los posibles síntomas que puede llegar a desarrollar o las reacciones adversas que puede llegar a presentar un paciente con una vacuna.

Entre los resultados, se espera obtener un bajo porcentaje de reacciones adversas, de contraindicaciones y de síntomas para afirmar que la vacuna es segura. “Con una población grande se define que la vacuna sea eficaz, eficiente, que cumpla con el porcentaje de aceptación que se establece desde un principio para aplicarla a toda la población”, agregó el consultor clínico.

De acuerdo con Omar Luna, lo que se estudia del componente es muy específico, pues se debe observar si llegar a afectar a una población más que otra, por ejemplo, si llega a tener efectos sobre las personas con enfermedad renal crónica. Al final, los investigadores pueden determinar si un componente afecta más a una población que a otras, de esta manera se pueden identificar las contraindicaciones y las reacciones adversas. “Se ve más cómo interactúa la fórmula con cada enfermedad o con cada tipo de población”, subrayó Luna.

Hay distintos tipos de efectos adversos, como el dolor de cabeza, mareo, malestar o vómito; se espera que éstos se presenten, pero no enferman al paciente. Sin embargo, las vacunas también pueden tener efectos graves, como el que sucedió con la vacuna de Johnson & Johnson. Un efecto grave debe tener el desarrollo de una enfermedad, como un síndrome neurológico, cardiogénico o neurovascular, “cuando afectan el sistema y un órganos, ya se les considera graves”, agregó Luna.

La carrera por la vacuna ha determinado que la población que se estudia sea más grande, para poder obtener la dosis en tiempo récord, por ello se aumenta la muestra. Como países no se cuenta con los individuos que tengan las características necesarias para realizar el análisis, por eso se busca la colaboración entre países.

Por ello la envían a naciones como México, India, o hacia algunas de Medio Oriente. De esta forma los estudios clínicos aumentan el número de muestra, no en una misma localidad, sino en otras, por ejemplo: 5,000 en México, 10,000 en la India, 10,000 en Medio Oriente y 10,000 en Europa.

“Entonces, el estudio ya no es de casos y controles, sino que se puede hacer de doble ciego, donde aplicas a algunos placebo y a otros no, porque la muestra se vuelve más grande y el dato se vuelve más representativo”, explicó Luna.

 

La inmunidad en los ensayos

En México se tiene la pre-compra de vacunas, pero aún habrá que definir las estrategias de vacunación, esto se podrá tener más claro con ayuda de los ensayos clínicos. Las fórmulas y metodologías de las potenciales vacunas son distintas; y, aunque, todas están pensadas para atacar al nuevo coronavirus, se debe observar cuál es más efectiva contra el SARS-CoV-2, cuál defiende mejor al paciente y cuántas dosis se necesitan para generar inmunidad.

Omar Luna explicó que cuando se trata de vacunas que son contra virus, desarrolladas con biotecnología, siempre se debe de requerir un refuerzo. Para crear inmunidad se aplica una primera dosis, se mide la carga viral, se toma una IgG (prueba de anticuerpos) de COVID-19, se comprueba la inmunidad y se saca otra prueba al mes, que podría dar positivo; al tercer mes, podría ya ser negativa.

Esto puede señalar que esa población estudiada necesita otra vacuna a los tres meses. “Ya que se tiene la primera dosis al primer mes y la segunda dosis al tercer mes, se hace una medición mensual que puede arrojar que a partir de la segunda dosis hasta el décimo mes sigue saliendo positiva y en el siguiente mes (11) sale negativa. Esto define el esquema: primera vez una dosis, después de tres meses otra dosis, después de esa anual”, ahondó el consultor clínico y recordó que la fase 3, por lo general, se lleva entre dos y cinco años para medir efectos e inmunidad adquirida por el huésped.

Asimismo, Luna aseguró que durante la fase 3 se tienen que cumplir todos los protocolos que se establecen desde el inicio de la investigación: “No se puede avanzar sin tener uno, no puedo moverme del punto uno al punto tres sin haber pasado por el dos, eso se establece desde la fase preclínica”, por lo que aunque se desarrollen las vacunas en procesos acelerados, todas deben cumplir con los protocolos.

La tecnología actual ha ayudado a que se pueda desarrollar una vacuna en tiempo récord. Generalmente, una vacuna puede llevar de 10 a 15 años en obtenerse, desde la fase 1 a la fase 4. “Ahorita estamos en la carrera de que ya va un año y ya tenemos la fase 3; eso hace mucha referencia a la tecnología, la biotecnología, a la investigación”, afirmó Luna y señaló que la conectividad entre países también ha jugado un papel importante.

 

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