La pandemia aceleró los procesos de digitalización en salud y se aplicaron nuevas tecnologías para responder a la emergencia, sin preguntarnos si los sistemas de salud estaban listos
El 2020, sin lugar a duda, ha sido el año de las teleconsultas. Quien más, quien menos ha tenido que adaptarse a esta forma de relación médico-paciente mediada por el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). Utilizadas al inicio de la pandemia como una forma segura y efectiva de evaluar casos sospechosos y guiar el diagnóstico y el tratamiento del paciente minimizando el riesgo de transmisión de la enfermedad, también permitieron que muchos de los servicios clínicos clave continúen operando regularmente y sin interrupciones.
Con el correr de los días y los meses esta práctica comenzó a tomar más y más trascendencia tanto en médicos como en pacientes hasta llegar a los tomadores de decisión que pudieron ver su implementación como una solución a los problemas de salud pública que la “no consulta” podría traer.
Si bien la telemedicina no es algo nuevo y muchos países de la región y el mundo cuentan con iniciativas entre las que se destacan como las más desarrolladas aquellas que involucran “imágenes” como la tele-radiología, la telepatología, la teledermatología, la telecardiología, entre otras, la pandemia aceleró la necesidad de implementar estos servicios virtuales que no siempre cuentan con las leyes y la infraestructura necesarias para su correcta implementación.
En este sentido se han desarrollado, en muchos casos apresuradamente, políticas, estrategias y legislaciones para habilitar la telesalud o telemedicina como una práctica aprobada por ministerios, secretarías, colegios médicos y hasta presidencia. Poder tener políticas públicas que habiliten el trabajo y favorezcan esta práctica fue motivo de festejo para todos aquellos que trabajamos en salud digital. Surgieron muchísimas propuestas desde la industria y desde emprendedores de salud que ofrecían gran variedad de aplicaciones y desarrollos tanto para la telesalud como para la interconexión de sistemas vinculados a la misma. Sin embargo a raíz de ello surgieron muchas cuestiones para las que vimos que no había preparación de aquellos que se iniciaban en esta práctica.
- ¿Cuáles son los requisitos mínimos que se deben cumplir para ejercer una teleconsulta segura?
- ¿Con qué tecnología mínima debían contar los médicos? ¿y los pacientes?
- ¿Las instituciones de salud, tanto públicas como privadas, cómo se relacionaban con su personal en el uso de esta tecnología?
- ¿Qué servicios se pueden brindar?
- ¿Cuándo hacer la teleconsulta, antes, durante, después de la pandemia?
- ¿Con qué es mejor conectarse, videollamada de los servicios de mensajería instantánea, una aplicación especializadas?
Todas estas preguntas pueden englobarse en una sola: ¿Estamos preparados para dar servicios de telemedicina/telesalud?, como institución en general o como trabajador de la salud en particular.
Para dar respuesta a esta inquietud, la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) desarrollaron una herramienta que permite medir el nivel de madurez de instituciones de salud para ofrecer telemedicina en tiempos de pandemia.
Esta herramienta, dirigida a quienes deseen prestar de forma inmediata servicios de atención médica a distancia, y a aquellos que quieran autoevaluarse para redefinir prioridades frente a la COVID-19, lanzada en agosto de 2020, ha superado ampliamente su objetivo primario ya que está siendo también utilizada por los gobiernos para poder conocer el estado de situación de los servicios e identificar las brechas y necesidades de fortalecimiento.
La herramienta caracteriza de 1 a 4 el nivel de madurez para brindar atención médica a distancia. El nivel 1 es cuando no hay ninguna iniciativa de telemedicina y el 4, cuando todo está listo para funcionar con plena capacidad. Entre ambos, los niveles 2 –cuando hay avances, pero aún está lejos de poder implementar servicios- y 3 – cuando existen buenos avances y algunos servicios de telemedicina podrían comenzar a implementarse.
La herramienta consta de una serie de preguntas organizadas en seis categorías: preparación organizacional, procesos, entorno digital, recursos humanos, aspectos normativos, y conocimiento especializado. Las respuestas a estas devolverán una conclusión muy visual presentada como un semáforo que permite a los especialistas y equipos multidisciplinarios analizar los resultados y planificar sus metas en cuanto a la telemedicina.
La elaboración de esta herramienta, que ya está siendo utilizada también en procesos de acreditación en algunos países de la región, forma parte del apoyo que las organizaciones multilaterales brindan a los países para poder hacer frente a la crisis sanitaria. Pero ciertamente para la comunidad de salud, poder contar con este tipo de recursos abiertos representa un plus adicional, ya que no sólo puede auto conocerse en cuanto a sus posibilidades y necesidades para ejercer la telesalud. Sino que le permite diseñar un plan tanto individual como institucional o nacional de hacia dónde dirigir los recursos para tener lo mínimo necesario para dar un servicio de calidad, oportuno y seguro.
Por otro lado, desde las instituciones públicas de salud, la utilización de la herramienta facilita la identificación de posibles brechas o esferas que requieran atención y el apoyo técnico y estratégico para redefinir prioridades frente a la pandemia en cada una de las categorías de la telemedicina.
Acompañar la implementación de los servicios de telemedicina o telesalud con análisis que provean datos más allá de las interpretaciones personales es un camino que tanto los países como las instituciones y los trabajadores de la salud deben transitar, para así minimizar los errores que las implementaciones apresuradas conllevan. Este tipo de herramientas sin dudas permite un avance sustantivo hacia ese camino.
*Myrna Martí es experta internacional en Sistemas de Información para la Salud, Salud Digital y Gestión del Conocimiento en Salud con experiencia de más de 20 años en el ámbito de la ONU y Sistemas de la OEA. Actualmente es consultora externa en la OMS y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).