El Índice de Masa Corporal (IMC) fue creado por el matemático Adolphe Quetelet en 1830 con el fin de obtener una estadística de las medidas aproximadas de la población. Sin embargo, casi 200 años después, esta técnica sigue utilizándose para diagnosticar obesidad, por lo que expertos sugieren cambios.
Debido a la falta de actualización en este tema, la Comisión sobre Obesidad Clínica ha recomendado recientemente un nuevo enfoque con factores adicionales para detectar la obesidad y reducir los riesgos de una clasificación errónea de la enfermedad.
El trabajo, publicado en The Lancet Diabetes & Endocrinology, tuvo como objetivo abordar las limitaciones del diagnóstico y la definición tradicionales de la obesidad desde un punto de vista médico, con el fin de superar los obstáculos que impiden que las personas con obesidad reciban la atención necesaria.
Uno de los autores, el comisionado profesor Robert Eckel, de la Universidad de Colorado Anschutz Medical Campus (EE. UU.), sugirió que el problema actual en el diagnóstico de la obesidad es que el IMC no es una medida directa de la grasa corporal, no refleja su distribución en el cuerpo y no proporciona información sobre la salud o las enfermedades de una persona.
"Las personas con exceso de grasa corporal no siempre tienen un IMC que indique que viven con obesidad, lo que significa que sus problemas de salud pueden pasar desapercibidos. Además, algunas personas tienen un IMC alto y una gran cantidad de grasa corporal, pero mantienen funciones orgánicas y corporales normales, sin signos o síntomas de enfermedad activa", dijo.
En el estudio, se recomienda a los profesionales de la salud dejar de basarse únicamente en el IMC para diagnosticar obesidad e implementar la confirmación del exceso de masa grasa y su distribución en el cuerpo mediante métodos como al menos una o dos mediciones del tamaño corporal (por ejemplo, circunferencia de la cintura o relación cintura-estatura) o mediciones directas de grasa corporal, como un escaneo de densitometría ósea.
Además, la Comisión propone un nuevo modelo basado en dos parámetros fundamentales que reflejen medidas objetivas de la enfermedad a nivel individual.
El primer criterio a considerar, definido como obesidad clínica, se refiere a una condición de obesidad asociada con signos o síntomas objetivos que indican una reducción en la función de los órganos, así como una disminución significativa de la capacidad de la persona para realizar actividades cotidianas, como vestirse, comer o bañarse, causada directamente por el exceso de grasa corporal.
En el caso de estos pacientes, la obesidad debe ser abordada como una enfermedad crónica activa, a la que debe asignarse un manejo y tratamiento adecuados.
El documento incluye 18 criterios para diagnosticar obesidad clínica en adultos y 13 criterios para niños y adolescentes.
Entre los más destacados figuran: dificultad para respirar, insuficiencia cardíaca, dolor en rodillas o cadera con rigidez articular y reducción del rango de movimiento, así como alteraciones en huesos y articulaciones en niños que limitan el movimiento. También se consideran signos que indiquen disfunción de órganos como los riñones, el sistema nervioso o el sistema urinario.
El segundo criterio, denominado obesidad preclínica, se define como una condición en la que la persona tiene obesidad, pero su función orgánica es normal. Sin embargo, aunque no presenta una enfermedad en curso, el riesgo de desarrollar enfermedades no transmisibles (ENT) en el futuro, como diabetes tipo 2 o enfermedades cardiovasculares, es generalmente más elevado. Por ello, se recomienda que estos pacientes reciban apoyo para reducir dicho riesgo, más que un tratamiento inmediato.
Cabe destacar que la Comisión involucró a 56 expertos de renombre mundial, pertenecientes a especialidades médicas como endocrinología, medicina interna, biología, nutrición, cirugía y salud pública, así como a personas que viven con obesidad. También consideró el posible impacto de las nuevas definiciones de obesidad en el estigma generalizado dentro de la sociedad.
Uno de los aspectos más relevantes del proyecto es que aborda el dilema actual sobre si la obesidad es una enfermedad o no. Al respecto, el presidente de la Comisión, el profesor Francesco Rubino, del King's College London (Reino Unido), afirmó que asumir que la obesidad siempre o nunca es una enfermedad es erróneo, ya que la evidencia muestra que la realidad es más compleja. Algunas personas con obesidad mantienen un funcionamiento orgánico normal y una salud general adecuada, mientras que otras presentan signos y síntomas de una enfermedad grave que requiere atención inmediata.
"Considerar la obesidad únicamente como un factor de riesgo y nunca como una enfermedad puede negar de manera injusta el acceso a atención médica oportuna a quienes experimentan problemas de salud debido a la obesidad por sí sola. Por otro lado, definir la obesidad como una enfermedad de manera generalizada podría llevar al sobrediagnóstico y al uso indebido de medicamentos y procedimientos quirúrgicos, con el potencial de causar daño al individuo y generar costos desmesurados para la sociedad", mencionó.
El replanteamiento de la obesidad que hace la Comisión busca garantizar que todas las personas con esta condición reciban asesoramiento sanitario adecuado y atención basada en evidencia cuando sea necesario, con estrategias diferenciadas para la obesidad clínica y la obesidad preclínica.
El trabajo de la Comisión Global obtuvo el respaldo de 75 organizaciones médicas a nivel mundial y presenta un enfoque innovador y detallado para el diagnóstico de la obesidad.