Coronavirus: la salud mental en la nueva realidad

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01 Junio 2020 María José Ramírez/Grupo Expansión

Las medidas para enfrentar la pandemia impactan en la salud mental, por lo que habrá que poner especial atención en este tema

La situación derivada por el coronavirus está teniendo consecuencias para la salud mental y las seguirá teniendo en el futuro, por lo que podrían aumentar los suicidios y trastornos.

“La situación actual, con aislamiento, miedo, incertidumbre y crisis económica puede causar trastornos psicológicos”, advirtió Dévora Kestel, directora del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancia de la Organización Mundial de la Salud (OMS)

Además, la organización consideró probable un aumento a largo plazo del número y la severidad de los problemas de salud mental debido al sufrimiento de cientos de millones de personas, así como a los costes económicos y sociales para la población.

Kestel también señaló que durante las pasadas crisis económicas aumentó el número de personas con problemas de salud mental, dando lugar a mayores tasas de suicidio.

De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), incluso antes de la pandemia de COVID-19, la ansiedad y la depresión costaban a la economía mundial más de un billón de dólares anualmente, ya que afecta a 264 millones de personas en el mundo.

Además, aseguró que cerca de la mitad de los problemas de salud mental empiezan a manifestarse a los 14 años y que el suicidio es la segunda causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años.

António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, alertó que las personas con mayor riesgo de sufrir afecciones de salud mental son los profesionales de la salud que trabajan en primera línea, las personas mayores, los adolescentes, personas con problemas de salud mental preexistentes, así como aquellas que estén en conflictos y crisis ––como las mujeres y niños en situación de violencia familiar.

 

Observar la angustia y el miedo

En entrevista, la psicóloga perito y tanatóloga Leticia Ábrego aseguró que sentir angustia es completamente normal, pues es un tipo de alerta que nos ayuda cuando hay algún peligro. “Cuando la amenaza no existe, entonces la angustia se vuelve patológica”, dijo.

Así, la psicóloga señaló que es natural sentir angustia y tristeza debido a la crisis por el nuevo coronavirus, ya que nos encontramos ante un panorama complicado donde no es posible salir de casa con libertad y existe la posible pérdida del sustento económico, de la salud, e incluso de familiares.

Leticia Ábrego también apuntó que hay que tratar estas emociones, analizar si se salen de control o si ya existían condiciones preexistentes. Por ello, recordó que para los niños, niñas y adolescentes el Hospital Psiquiátrico Infantil Dr. Juan N. Navarro dispone de una línea para ofrecer intervención durante la contingencia.

Asimismo, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) está dando atención psicológica y psiquiátrica para su comunidad a través de las clínicas del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina.

“Si bien la pandemia se está viviendo con muchas complicaciones, a nivel futuro tenemos que echar manos a nuestra capacidad para cultivar la confianza, también puede ser una oportunidad para reflexionar, para replantearse y buscar ser verdaderamente solidarios”, añadió Ábrego.

Ricardo Trujillo, académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), concuerda y asegura que el miedo, la tristeza y la ansiedad deben ser consideradas como una forma y un aviso de la propia corporeidad, una motivación adaptativa por parte del sujeto.

“El miedo en este caso es una de las emociones necesarias dentro de los seres humanos como una forma de adaptación a las circunstancias. Y el miedo en muchas ocasiones se vuelve también una forma de movilizar a la persona, una forma de activarla”, agregó el académico. Asimismo, aseguró que no hay que evadir ni evitar el miedo, sino entenderlo, trabajar sobre él y desarrollar conductas resilientes.

En un contexto como el actual, continuó el especialista, la ansiedad, el miedo y la sensación de anormalidad son perfectamente normales. “Lo que hay que hacer en ese sentido es desarrollar las competencias necesarias para que esto se vuelva justamente en una oportunidad”, afirmó Trujillo.

Además, el académico señaló que a pesar de las guerras, masacres y epidemias que han ocurrido en la historia de la humanidad hay comunidades que han sobrevivido a este tipo de condiciones y han desarrollado mecanismos de adaptación, que en México también se atestiguaron durante la influenza AH1N1 y que, por supuesto, se presentarán tanto en el confinamiento como en la etapa posterior.

 

Despedidas díficiles

Para evitar riesgos sanitarios, desde mediados de abril las autoridades de la Ciudad de México recomendaron no realizar funerales de personas fallecidas por COVID-19 y emitieron un protocolo para el manejo de cadáveres.

Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Gobierno capitalina, dijo que el nivel de contagio de la enfermedad permanece en el cuerpo aún después de la muerte. “Por lo tanto, se recomienda que en la Ciudad de México no se realicen velorios y no se efectuarán necropsias ni traslados de personas fallecidas por COVID-19, ni a la zona conurbada del Valle de México, ni al extranjero”, añadió durante conferencia de prensa.

Sin embargo, puede llegar a ser difícil cerrar ciclos sin estos rituales o elementos concretos, así lo comenta la psicóloga perito y tanatóloga Leticia Ábrego.

“La mente requiere de esas referencias físicas; ver en la sala el nombre del familiar, ver el ataúd con el familiar, ver a la gente que te da el pésame, todo esto ubica a la persona en su realidad”, explicó la experta en tanatología.

Además, mencionó que las personas que sufren la pérdida de sus familiares durante un terremoto o por desapariciones pueden llegar a presentar llegar a presentar episodios psicóticos o crear fantasías para intentar entender qué pasó. Esto mismo puede suceder en aquellos que han perdido a sus familiares durante la pandemia.

“De tal modo que es doloroso y muy fuerte, pero es necesario tener las evidencias para que la mente no se cuente cosas”, afirmó.

En el caso de la pandemia, puede ser complicado desprenderse del familiar cuando es atendido por COVID-19, pues se deja de verlo para que se le apliquen los cuidados necesarios. Sin embargo, existe una probabilidad de no volver a verlo más.

Debido a la situación, se creman de manera directa los cadáveres de las personas fallecidas por COVID-19 y sin velación. Esto podría provocar duelos patológicos, según lo explica Ábrego, pues en este tipo de situaciones puede ser que se crea que no son las cenizas del familiar, que se tenga dudas si son de otro o se crea que se equivocaron, que a lo mejor sí está en el hospital.

Con las medidas del distanciamiento social o la sana distancia se dificulta tener el confort o el consuelo por parte de cercanos, pues no se puede abrazar ni tocar a las personas. Además, puede complicarse con el señalamiento o el rechazo social por parte de vecinos.

“El dolor y las faltas de referencia van a hacer que las personas pasen por procesos complicados”, aseguró la psicóloga.

Para sobrellevar estos procesos, Leticia Ábrego recomendó consultar a los profesionales de la salud mental pues para superar estas situaciones no hay instrucciones generales, ni sencillas.

“Por eso las terapias son individuales, particulares, no le puedes hablar a todos tus pacientes del mismo modo ni todas las herramientas sirven para todos”, puntualizó la especialista en psicología y tanatología.

En estos tiempos, parte de cuidar la salud es velar por la sanidad mental individual y colectiva.

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